19 sept 2010

El archivo secreto del Vaticano.
La historia del Archivo Secreto Vaticano ha sido azarosa desde su fundación en 1610. Durante décadas los robos fueron el principal problema, como prueba un edicto del cardenal Camarlengo Giovanni Battista Spinola de principios del XVIII en el que insta a los «libreros, orfebres, encuadernadores y otros artesanos» a que notifiquen y no manipulen «los libros o escrituras» que tuviesen. Éstos hacían negocio con la venta de los documentos robados. Más dañino que los ladrones fue Napoleón, quien tras tomar Roma se llevó a París en 1810 todos los fondos del Archivo Secreto Vaticano. Aunque volvieron a la Santa Sede cinco años después, grande fue el daño inflingido y muchos los escritos sustraídos o perdidos.

El Archivo Vaticano cuenta con ochenta y cinco kilómetros lineales de estanterías, documentos que datan desde el siglo VIII y un seguimiento detallado y continuo desde hace más de 800 años de la situación eclesiástica y del mundo. Bien lo saben los 1.500 investigadores de todas las nacionalidades que, cada año, solicitan una autorización para poder sumergirse en sus vastos fondos.

A diferencia de los archivos de otros Estados, que van permitiendo la consulta de sus documentos por bloques de lustros o décadas, esta institución vaticana mide el tiempo por el período que cada Papa ocupa el solio pontificio. «Benedicto XVI abrió el acceso a todos nuestros fondos de Pío XI, que abarcan de 1922 a 1939. La siguiente etapa, la de Pío XII, es más larga y extensa, va desde 1939 hasta 1958. Se trata de millones de documentos que hace falta catalogar, numerar e inventariar. Nuestros recursos son limitados, por lo que todavía nos llevará unos 5 años terminar todo el trabajo», explica Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano.
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